¡Mátalos en caliente!

Veracruz, 25 de junio de 1879

En el patio de la prisión, la humedad pegajosa hacía que el aire se sintiera más denso, más insoportable. Nueve hombres, con las manos atadas a la espalda, aguardaban en fila. No pedían clemencia. Sabían que no la habría.

El general Luis Mier y Terán sostenía el telegrama con la orden inflexible de Porfirio Díaz:
«Aprehendidos infraganti, mátalos en caliente.»

Imagen obtenida de https://fahho.mx/telegramas-secretos-de-la-bijc/

Suspiró. Sabía que su lealtad al régimen no admitía dudas. Pero aquello… aquello no era justicia. Aún así, alzó la vista y dio la señal.

Los condenados se miraron entre sí, el más joven, apenas veintidós años, tragó saliva y cerró los ojos. No quería ver el cañón de los rifles. Otro, en cambio, levantó la barbilla con altivez. Se dijo a sí mismo que moriría con dignidad, como los mártires de la patria. Por otro lado, un viejo periodista, murmuró entre dientes:
—El tiempo nos dará la razón…

El sargento ajustó la línea de fusileros. La orden resonó seca en el aire:
—¡Apunten!

Algunos soldados vacilaron, pero el rugido de Mier y Terán los encarriló:
—¡Fuego!

El estruendo sacudió la mañana. Los cuerpos cayeron como sacos, algunos convulsionando en la arena manchada de rojo.

Mier y Terán apartó la mirada. Sabía que la sangre de esos hombres no se secaría tan fácil de su memoria.

Actividades de reforzamiento

Diálogo interno

  • Imagina que eres uno de los prisioneros minutos antes de la ejecución. Escribe un breve monólogo interno sobre lo que estarías pensando o sintiendo en ese momento.

Dilema moral

  • Si fueras el general Luis Mier y Terán, ¿obedecerías la orden de fusilamiento o intentarías salvar a los prisioneros? Explica tu decisión con al menos tres razones.

Comparación histórica

  • Investiga otro evento en la historia de México o del mundo donde se hayan dado ejecuciones sin juicio. ¿Qué similitudes y diferencias encuentras con este relato?

Carta al futuro

  • Escribe una carta ficticia de uno de los prisioneros dirigida a las generaciones futuras. ¿Qué mensaje les dejaría sobre la lucha por la justicia y la democracia?

Título alternativo

  • Propón un nuevo título para el microcuento y explica por qué lo elegiste. ¿Qué aspectos de la historia te gustaría resaltar con ese título?

Cosechas de hambre

En la penumbra de la tienda de raya, el aire estaba cargado de polvo. Don Matías, el encargado, contaba las monedas con dedos huesudos, mientras Juan, un peón de mirada apagada, esperaba su turno con un saco de maíz a cuestas.

—Doce reales por la semana, menos lo que debes por el jabón, la manta y las velas… —dijo Don Matías, arrastrando las palabras con una voz seca.
Juan asintió. No tenía otra opción. Las monedas que le devolvieron apenas llenaron su callosa mano.

—Don Matías, ¿cuándo acabaré de pagar? —preguntó con voz rota.
—Eso solo Dios lo sabe, Juan. Y aquí, Dios no visita muy seguido.

En la esquina, María, la esposa de Juan, observaba con su hija en brazos. La pequeña no paraba de llorar, su estómago vacío resonaba más fuerte que las palabras. María se acercó al mostrador.
—Don Matías, ¿me fía un poco de leche? Le pagaré cuando venga la cosecha.
El encargado levantó la vista con fastidio.
—La hacienda no vive de promesas, mujer. Si no puedes pagar, no hay leche.

Juan apretó los puños. Su sangre hervía, pero el peso invisible del patrón y los capataces lo mantenía inmóvil. Sin embargo, aquella noche, frente al fuego en su choza, miró a María y a su hija durmiendo. Algo cambió en su interior.

—Ya no somos hombres, María. Nos han hecho tierra que solo siembra su hambre. Pero esta tierra también se puede quemar.

No dijo más. Al día siguiente, faltó a la jornada. En los campos, los rumores de una rebelión comenzaban a crecer como malas hierbas. En el cielo, una nube de polvo parecía anunciar que no había regreso.